El oficio invisible: por qué la corrección también es un acto creativo
By Lili’s Inkwell Team on 07 de octubre de 2025
A veces, la parte más profunda de un libro no es la que se escribe primero. Es la que se reescribe.
O la que se encuentra justo cuando alguien más, con mirada atenta y respetuosa, te señala que una palabra se repite demasiado, que el ritmo se pierde, que algo no se entiende del todo. Es ahí —en ese momento incómodo, pero revelador— donde empieza el oficio invisible.
Hablamos mucho de la escritura como un acto creativo. Lo es. Pero también lo es la corrección. Aunque no siempre se vea. Aunque muchas veces se le perciba como una labor técnica o secundaria. Corregir, editar, revisar: todo eso también forma parte del proceso creativo de una obra. Y no como una amenaza a la voz del autor, sino como una forma de ayudarle a que se escuche más nítida.
Hoy queremos detenernos ahí. En esa parte del camino que ocurre detrás de bastidores, pero que cambia todo.
Leer lo que ya se ha escrito, pero con otros ojos
Corregir no es simplemente revisar si hay tildes mal puestas o errores de dedo (aunque eso también cuenta). Corregir, en el sentido más amplio, implica releer un texto desde un lugar nuevo. Con una distancia saludable. Con sensibilidad y precisión. Con empatía por lo que se quiso decir, y con claridad para ver si realmente se dijo.
En el trabajo editorial, solemos hablar de tres niveles de corrección, cada uno con su función y su propia lógica interna:
1. Corrección ortotipográfica
Es la más técnica. Revisa la gramática, la ortografía, la puntuación, los estilos tipográficos. Su objetivo es garantizar la coherencia formal de la obra: que haya comillas consistentes, signos de interrogación bien cerrados, mayúsculas donde corresponde.
Sí, es minuciosa. Y sí, puede parecer invisible. Pero cuando no está bien hecha, se nota. Y mucho.
2. Corrección de estilo
Aquí entramos en terrenos más complejos. Se trata de revisar el flujo del texto, su claridad, la manera en que está redactado, el ritmo, la elección de palabras. No busca cambiar lo que el autor dice, sino mejorar la forma en que lo dice. Es una labor de ajuste fino: quitar repeticiones, ordenar frases, aclarar lo que puede prestarse a confusión.
Es aquí donde muchas veces aparecen los temores: “¿Y si cambian mi voz?” “¿Y si ya no suena como yo?”
Lo entendemos. Porque corregir un texto ajeno exige mucho más que conocimientos de lengua. Exige saber escuchar al autor dentro del texto. Y trabajar desde ahí, sin silenciarlo.
3. Corrección de fondo (o de contenido)
Este nivel no siempre se aplica, pero cuando se hace, es crucial. Aquí se analizan elementos estructurales: si hay contradicciones internas, si los capítulos mantienen coherencia narrativa, si los personajes evolucionan de manera creíble, si el tono se sostiene.
No se trata de reescribir por el autor, sino de mostrarle lo que aún puede revisar con libertad y criterio. Es una invitación a mirar desde arriba. Y decidir, con nuevas herramientas, cómo quiere seguir.
La voz del autor no se destruye. Se revela.
Sabemos que muchas personas temen la corrección porque han tenido experiencias malas. Comentarios hirientes. Cambios arbitrarios. “Ediciones” que borraron la esencia del texto original.
Nosotros también escribimos. También hemos pasado por ahí.
Y por eso te lo decimos con toda claridad: una corrección profesional no busca opacarte, sino iluminarte. No dice “esto está mal”, sino “esto se podría decir mejor, si tú así lo decides”. No impone. Sugiere. No reemplaza tu voz. La afina.
Una corrección bien hecha es un diálogo, no una imposición. Y como todo buen diálogo, requiere confianza mutua.
Corregir también es una forma de amor
Lo más importante que se puede decir sobre este oficio invisible es que no es mecánico. Es sensible, atento y cuidadoso. Y, en muchos sentidos, profundamente creativo.
Porque en ese trabajo silencioso de revisar, de ajustar, de devolverle a un autor su texto con una nueva claridad, también se construye algo nuevo: Una versión más precisa, más fuerte, más leal a su intención original.
A veces, lo que más necesitaba una obra no era más páginas, ni un título distinto, ni una portada llamativa… sino alguien que le ayudara a descubrir su forma final.
Cierre
No todo el mundo habla de la corrección. No todos quieren pasar por ella.
Pero quienes lo hacen con acompañamiento respetuoso, descubren algo poderoso: Que incluso después de haber escrito, todavía hay lugar para crear. Y que corregir también es escribir. Solo que esta vez, con los ojos de alguien más, y con un poco más de distancia.
Gracias por leer. Nos encanta compartir este lado del proceso. Si tú también estás en ese momento de revisión, de dudas o de volver a mirar lo que ya escribiste… Aquí estamos.